Esta película ya la vimos
Por Alcira Argumedo
En un artículo recientemente publicado en Página 12, el actual presidente del Frente Grande, Eduardo Sigal, convoca una vez más a los sectores progresistas afirmando: “el lugar lógico para la izquierda es la Concertación Plural, que impulsa la candidatura de Cristiana Fernández de Kirchner”. Se trata de crear y desarrollar un espacio común de militancia progresista, dispuesto a apoyar la continuidad y profundización del cambio emprendido.
No obstante, fundamenta su convocatoria en algunos méritos que, si bien no pueden negarse, al quedar a mitad de camino, sin justificación válida, adquieren un sentido no precisamente progresista. Nos dice que el gobierno ha impuesto nuevamente paritarias para escándalo de la derecha; pero al negarse a otorgar legalidad jurídica a la CTA en contra de lo dispuesto por la OIT, refuerza su alianza con los Gordos de la CGT, cuyos perfiles están lejos de ser atractivos para los progresistas. Perfiles y alianzas similares a las establecidas con intendentes del conurbano bonaerense, conocidos por su corrupción y sus vínculos con el narcotráfico, las policías de gatillo fácil y las zonas liberadas para el paco, que tampoco son muy progresistas. Ni hablar de las alianzas con gobernadores como Gioja de San Juan, artífice de las políticas de explotación depredatoria de la minería que, sin ningún control ni beneficio económico real para el país, nos dejan fuentes de agua y tierras contaminadas con cianuro: además de llevar a la ruina a cientos de miles de productores agrícolas, constituyen una herencia nefasta para las futuras generaciones. Pero él declara que esto no importa, ya que por entonces ninguno de nosotros va a estar en este mundo.
Curiosamente, hay otros temas que no se mencionan. ¿Cuál faceta progresista del presidente Kirchner lo llevó a promover el decreto 572/05 que prorroga por diez años las concesiones menemistas de los canales de televisión, favoreciendo entre otros a “empresarios nacionales” como José Luis Manzano o Moneta? ¿Es progresista que legisladores kirchneristas de la ciudad de Buenos Aires hayan votado junto a los macristas para que el Hotel Bauen sea devuelto a sus “legítimos propietarios”, sabiendo que son delincuentes? ¿Es progresista permitir que entre 2003 y 2007 las corporaciones petroleras se hayan quedado con más de 60.000 millones de dólares en concepto de renta energética; que en estos años solamente Repsol haya repartido entre sus accionistas externos 8.190 millones de dólares que debían ser para los argentinos? ¿Es progresista haber avalado la reprivatización de cuencas petroleras como la de Cerro Dragón hasta su extinción total en el 2047, cuando el mundo está estallando por el control de este recurso estratégico; y a quién benefició esa entrega cuyo valor estimado ronda los 140.000 millones de dólares? ¿No es una burla que ante la magnitud de estas cifras se nos anuncie como un logro que Wal Mart va a invertir en nuestro país cien millones de dólares; y que pudiendo contar con tales recursos para un proyecto autónomo, vuelvan a invitarse a estas tierras a corporaciones y bancos extranjeros, beneficiarios en las últimas décadas del saqueo del país? Se nos dice que ha disminuido la pobreza gracias a políticas activas derivadas de las retenciones agropecuarias: si todo va tan bien, ¿por qué se manipulan los datos del INDEC?
Como socia fundadora e integrante de la mesa nacional y de la mesa programática del Frente Grande en 1993 y 1994 por el sector de Pino Solanas, recuerdo haber escuchado fundamentos similares. Anunciábamos el desastre al que llevaban las políticas neoliberales de Menem y Cavallo, planteando un proyecto alternativo; pero fuimos derrotados por la ola de entusiasmo progresista hacia el Chacho Ãlvarez y Graciela Fernández Meijide, que culminó con el Frepaso, la Alianza, la convocatoria a Cavallo como Ministro de Economía y diciembre del 2001.
Esta película de llamar al progresismo a integrarse en una nueva “oportunidad inédita para nuestra patria”; a avalar políticas que reproducen las alianzas y los principales ejes del modelo menemista; ya la vimos y no nos gustó. El Frente Grande del 2007 no es el mismo que aquél que, planteando un proyecto nacional alternativo, lograra convertirse en poco más de un año en la segunda fuerza política del país. El escenario actual de América Latina es otro: alguien dijo que la historia se repite, una vez como drama y otra como farsa. Este último es ahora el caso.
Buenos Aires, 23 de octubre de 2007
Por Alcira Argumedo
En un artículo recientemente publicado en Página 12, el actual presidente del Frente Grande, Eduardo Sigal, convoca una vez más a los sectores progresistas afirmando: “el lugar lógico para la izquierda es la Concertación Plural, que impulsa la candidatura de Cristiana Fernández de Kirchner”. Se trata de crear y desarrollar un espacio común de militancia progresista, dispuesto a apoyar la continuidad y profundización del cambio emprendido.
No obstante, fundamenta su convocatoria en algunos méritos que, si bien no pueden negarse, al quedar a mitad de camino, sin justificación válida, adquieren un sentido no precisamente progresista. Nos dice que el gobierno ha impuesto nuevamente paritarias para escándalo de la derecha; pero al negarse a otorgar legalidad jurídica a la CTA en contra de lo dispuesto por la OIT, refuerza su alianza con los Gordos de la CGT, cuyos perfiles están lejos de ser atractivos para los progresistas. Perfiles y alianzas similares a las establecidas con intendentes del conurbano bonaerense, conocidos por su corrupción y sus vínculos con el narcotráfico, las policías de gatillo fácil y las zonas liberadas para el paco, que tampoco son muy progresistas. Ni hablar de las alianzas con gobernadores como Gioja de San Juan, artífice de las políticas de explotación depredatoria de la minería que, sin ningún control ni beneficio económico real para el país, nos dejan fuentes de agua y tierras contaminadas con cianuro: además de llevar a la ruina a cientos de miles de productores agrícolas, constituyen una herencia nefasta para las futuras generaciones. Pero él declara que esto no importa, ya que por entonces ninguno de nosotros va a estar en este mundo.
Curiosamente, hay otros temas que no se mencionan. ¿Cuál faceta progresista del presidente Kirchner lo llevó a promover el decreto 572/05 que prorroga por diez años las concesiones menemistas de los canales de televisión, favoreciendo entre otros a “empresarios nacionales” como José Luis Manzano o Moneta? ¿Es progresista que legisladores kirchneristas de la ciudad de Buenos Aires hayan votado junto a los macristas para que el Hotel Bauen sea devuelto a sus “legítimos propietarios”, sabiendo que son delincuentes? ¿Es progresista permitir que entre 2003 y 2007 las corporaciones petroleras se hayan quedado con más de 60.000 millones de dólares en concepto de renta energética; que en estos años solamente Repsol haya repartido entre sus accionistas externos 8.190 millones de dólares que debían ser para los argentinos? ¿Es progresista haber avalado la reprivatización de cuencas petroleras como la de Cerro Dragón hasta su extinción total en el 2047, cuando el mundo está estallando por el control de este recurso estratégico; y a quién benefició esa entrega cuyo valor estimado ronda los 140.000 millones de dólares? ¿No es una burla que ante la magnitud de estas cifras se nos anuncie como un logro que Wal Mart va a invertir en nuestro país cien millones de dólares; y que pudiendo contar con tales recursos para un proyecto autónomo, vuelvan a invitarse a estas tierras a corporaciones y bancos extranjeros, beneficiarios en las últimas décadas del saqueo del país? Se nos dice que ha disminuido la pobreza gracias a políticas activas derivadas de las retenciones agropecuarias: si todo va tan bien, ¿por qué se manipulan los datos del INDEC?
Como socia fundadora e integrante de la mesa nacional y de la mesa programática del Frente Grande en 1993 y 1994 por el sector de Pino Solanas, recuerdo haber escuchado fundamentos similares. Anunciábamos el desastre al que llevaban las políticas neoliberales de Menem y Cavallo, planteando un proyecto alternativo; pero fuimos derrotados por la ola de entusiasmo progresista hacia el Chacho Ãlvarez y Graciela Fernández Meijide, que culminó con el Frepaso, la Alianza, la convocatoria a Cavallo como Ministro de Economía y diciembre del 2001.
Esta película de llamar al progresismo a integrarse en una nueva “oportunidad inédita para nuestra patria”; a avalar políticas que reproducen las alianzas y los principales ejes del modelo menemista; ya la vimos y no nos gustó. El Frente Grande del 2007 no es el mismo que aquél que, planteando un proyecto nacional alternativo, lograra convertirse en poco más de un año en la segunda fuerza política del país. El escenario actual de América Latina es otro: alguien dijo que la historia se repite, una vez como drama y otra como farsa. Este último es ahora el caso.
Buenos Aires, 23 de octubre de 2007
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